El 14 de junio, las noticias en Puerto Rico y Estados Unidos estallaron en contra de Jeff Sessions, Fiscal General de EE.UU., quien para justificar la implementación de la ley de inmigración citó fuera de contexto y terriblemente mal interpretado, Romanos 13:1 en su discurso.
Raramente me inmiscuyo en asuntos políticos, pues me parece que el “sistema” tiene al mismo “sistema” para criticarse, monitorearse, y demás. Sin embargo, el dolor que estos niños y sus padres deben estar pasando, me estremece el alma. Y que este representante del gobierno use la Biblia para justificar tal repugnante atrocidad, me motiva a publicar una verdad raramente dicha.
Con el respeto debido, pero sin miedo de ofender a nadie, quiero recordar a creyentes y a no creyentes, que usar la Biblia o la Palabra de Dios (como nosotros le llamamos), sin haber recibido previamente el derecho de ser hijo de Dios (cf. Jn 1:12), es una ofensa contra el Dios Soberano.
Por ejemplo: en su contexto, el Salmo 50 es una amonestación al pueblo de Dios que estaba descuidado en sus deberes religiosos. Aquí, a los que no pertenecen al pueblo de Israel (pues es el Antiguo Testamento), Dios le llama “malos”, básicamente, porque no guardaban su ley. Recordemos que Dios hizo a los hebreos su pueblo: les dio nombre, costumbres y leyes diferentes a los demás pueblos. Así se hacía distinción entre unos y otros.
El verso 16 de este Salmo dice: “Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y que tomar mi pacto en tu boca?”
Y continúa así: “Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras. […] Estas cosas hiciste, y yo he callado; pensabas que de cierto sería yo como tú; pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos” (versos 17 y 21).
¿No está claro? La Biblia que cita el honorable Sessions también dice que el que quebranta la ley en un punto, se hace culpable de todos (cf. Santiago 2:10).
Un hijo de Dios que yerre, se da cuenta y pide perdón. Pero los impíos son aquellos que tienen su conciencia cauterizada y haciendo mal, nunca se arrepienten ni confiesan.
Nadie que sea cómplice de leyes injustas, nadie culpable de oprimir al pobre, nadie que siembre crueldad, pertenece al linaje divino. Aunque pudiera alcanzar misericordia y salvación, con previo arrepentimiento, confesión y conversión.
La ley de Dios es para sus hijos; y en el tiempo de la gracia también hay ley. Los impíos, o los “malos”, no tienen derecho de hablar de ella. La Biblia no es un libro universal cualquiera. No es una obra literaria maestra para ser citada con el propósito de ganar respeto humano o para parecer sabio. La Biblia no debe usarse para persuadir y alcanzar agendas políticas. La Biblia es un mapa para ir al cielo. Es el pan para los que sienten hambre en su alma. Es la voz del Pastor Divino, y solamente los que son sus ovejas entienden lo que articulan sus letras.
Qué triste. Pero qué señal tan evidente de que pronto veremos el rostro del Salvador… Porque, ¿qué alma puede sufrir tanto dolor por mucho tiempo más…?