NIH se emocionó al ver un robot en una aplicación llamada “Hanna & Henri”, en su tableta androide. Le gustó tanto que comenzó a pedir un robot.
Como era de suponerse, su insistencia fue constante. Pero fue la confianza en que sí su abuelo le podía hacer uno lo que sirvió de inspiración para que su abuelo se esforzara en construirle un robot parecido al que NIH quería (a pesar de no ser carpintero, ni ingeniero, sino maestro de historia de profesión).
NIH lo pidió con cabeza de “blower” (o secadora de cabello), cuello bien largo, patas largas y cuerpo de guitarra. ¡Como el de Hanna y Henri!
Este fue el resultado:

Tanky es el robot que abuelo le construyó a NIH.
Abuelo usó materiales comunes, como embudos y un vaso grande para la boca; pero también necesitó conseguir tubos, tornillos, madera para simular la guitarra, ruedas para los pies y demás. El robot mueve las manos y los brazos, y se puede arrastrar.
La sonrisa de NIH fue grande, su emoción intensa. Lo llamó Tanky. Él le habla como si Tanky lo pudiera entender. NIH cambia la voz para simular que el robot está hablando. Se ríe, juegan “tag” (de atrapar), hace que comparta con el oso Ted e intercambian supuestos chistes. Se lo presenta a todo el que llega a la casa. En fin, este robot de casi 6 pies le ha servido como un juguete con propósito. Él se la pasa jugando con Tanky e interactuando con las personas.
“Gracias, abuelo, por el robot de NIH.”