Una de las razones por las que Dios es real para mí y le sirvo con amor

Categoría: Reflexión cristiana

Hebreos-11-6

Más que creer en Dios, más que saber que Él existe, yo creo que Él me ama y me acompaña siempre. Les contaré una de las experiencias que me ayudaron a internalizarlo.

Un tiempo atrás estábamos congregados en el templo. Habíamos estado estudiando los atributos de la Persona del Espíritu Santo, que es Dios, desde unas semanas antes. Pero esa mañana, el pastor exclama: “¡Él está aquí! ¡Es tan real que si usted quiere puede abrazarlo!”

Todos los presentes nos pusimos de pie con temor reverente. Creo que todos juntos éramos como un solo corazón y un alma, en deseo, fe y amor. A la misma vez, siendo cada uno distintos, cada cual buscó su propia experiencia personal con el Señor.

Se escuchaban sollozos, alabanzas entre voces cortadas por el llanto, pero no de tristeza… Cada uno derramaba su alma delante de Dios, conforme a su deseo y necesidad.

Recuerdo a un hermano a quien le atraía el poder de Dios manifestado “como un rayo”, esas manifestaciones de poder grandes y fuertes. Sin que nadie lo tocara, vi cómo se levantó del piso, como lanzado hacia la pared. No se hizo el mínimo daño. ¡Y su gozo y alegría por ello eran tan grandes! Y luego testificó emocionado, entre lágrimas de humildad, su experiencia de poder.

Otros, testificaron su experiencia de amor al “abrazar al Señor”. Todos fueron testimonios del alma, envueltos en lágrimas y regocijo inefable.

Pero, yo no testifiqué ni de su poder ni su amor. No como esperaba.

Allí, en medio de ese grupo de hermanos creyentes buscando “un abrazo de Dios”, estaba yo. Cuando vi al hermano “volar”, no me impresioné. Cuando miré en un momento dado a los demás llorando y escuché a otros dando gracias, volví a cerrar mis ojos para hablar con Dios.

“Sé que estás aquí, déjame darte un abrazo.” Eso le decía una y otra vez. Completamente convencida de que estaba allí, conmigo, me volteé para abrazarle en esa oportunidad única, de pura gracia; porque sabía que cosas así no pasan a menudo. No quería irme sin mi propia experiencia personal con Él.

Pero según me volteaba para “tocarle”, se me iba… Yo sabía que estaba allí, conmigo, así que lo perseguí, en círculos a mi Amigo. Y lloraba como una niña pequeña porque no podía alcanzarlo. No podía, se me iba…

Y le pregunté con humildad, por qué no me dejaba, pues yo sabía que estaba allí, conmigo. Y lo entendí.

Un abrazo, por más hermoso que sea, dura un momento. Por más grandioso que sea, se convertirá en pasado, en un recuerdo. Podemos volver a recibir otro abrazo, pero cada vez será por un momento por más amor que sobreabunde en la experiencia. Un abrazo es glorioso, hermoso, y todo ser humano lo necesita, especialmente si viene de Dios.

Un abrazo es un momento en que lo más importante para ambas partes es el uno y el otro. Una atención ininterrumpida, por unos segundos… Minutos quizás. Y termina, para convertirse en una gema en el tesoro de los recuerdos.

Dios Omnisciente, aun cuando reparte con sobreabundante gracia, no hace nada en vano o sin propósito. Él sabía que yo no necesitaba un abrazo, pues aunque lo deseaba, ya los había recibido, antes y después de ese momento. Cierto que no bajo las mismas circunstancias, pero igualmente especiales, hermosos, indecibles. Para mí, no era el momento de esa demostración de amor.

Él sabía que yo necesitaba aprender más de su compañía. Pues, el ser humano que decide servirle necesita experimentar “en carne propia” cada uno de sus atributos divinos para poder salir victorioso ante los ataques del enemigo, ya sea que vengan disfrazados de duda, remordimiento, ira, injusticia o demás.

Él, conocedor de “mi entrada y mi salida” (como decía el salmista), sabía que debía imprimir en mi alma la experiencia de su presencia y moldearme como con un formón sobre la madera. Las decisiones que yo tomaría en el futuro cercano me expondrían a situaciones, que con esta verdad grabada en mi alma no las sufrí, pero sé que sin ella, no hubiera podido subsistir.

Mientras “lo buscaba”, estando Él conmigo, internalicé que su compañía es constante, invariable, real. Que, como Padre Perfecto, no nos da siempre lo que queremos, pero siempre nos da lo que necesitamos.

Así que, me alegro por los demás. Pero la experiencia ajena no siempre es suficiente. Por lo tanto, más me alegro por la gracia de Dios para conmigo en aquel día.

Los incrédulos siempre buscarán la forma de ridiculizar las experiencias espirituales, de justificar sus dudas y de reforzar sus convicciones sobre la debilidad del carácter que desarrollan los “religiosos”. Lo cierto es que siempre el que se acerca a Dios tiene que hacerlo por fe, y las pruebas físicas y científicas podrán existir en ocasiones, pero llega un momento en que el ser humano tiene que decidir si cree por fe o no cree. Yo he escogido creer por fe, y no me arrepiento.

Yo creo que mi Señor es real. Y que me ama. Y que todos los que nos acercamos a Él no tanto por sus manos milagrosas, sino por su corazón, su personalidad, por su esencia…, tenemos la oportunidad de ser enseñados por Él mismo las lecciones espirituales más importantes, aquellas lecciones que tienen que ver más con cómo es nuestro Dios, que con el entender las cosas que Él hace o permite.

Saber que mi Dios está conmigo, que nunca se va de mi lado, me ha librado y rescatado de los abismos más profundos. Y saberlo, no porque otro me lo dijo, ni porque lo creí un día ciegamente, sino, porque Dios mismo decidió repetírmelo un día con una hermosa demostración de amor… Ah… No cabe duda en mi ser entero de que mi Dios es real. Y está conmigo.

Le invito a creer en el Dios de amor que envió a su Hijo Jesús para redimirnos del pecado y darnos la salvación eterna. Que busque su propia experiencia con Él, pues lo que a otro edifica y fortalece no necesariamente tendrá el mismo efecto en usted, porque todos somos diferentes. Cada uno necesita conocer a Dios de forma personal y tener sus propias experiencias con Él.

¡Gracias por visitarme! Hasta otra ocasión.

 

 

About Enid

Escribo sobre dos mesas de trabajo: historias de mi sobrino con autismo, y reflexiones sobre lo que es ser cristiano. No soy experta, pero comparto lo que a NIH le hace feliz, y lo que a mí me apasiona sobre mi Señor.
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