Cómo es que Jesús nos salvó

Efesios 2:5a (RVR 1960)

Categoría: Reflexión cristiana

Etiquetas: Salvación, Cristo el Mediador, Cómo Jesús salva, Cristo el Sumo Sacerdote, Jesús el Cordero, Redención, Orientación bíblica

Resumen: De manera muy concisa, se explica cómo Jesucristo funge como nuestro Salvador y Redentor. El texto forma parte de un manual guía dirigido a personas recién iniciadas en el cristianismo.

Nota: En el texto original se omiten citas bíblicas pertinentes principalmente porque se presentan en otras partes del manual y para no interrumpir la fluidez de la lectura; se añadieron aquí solamente algunas, precedidas por la anotacion: “cf.”, entre paréntesis.

Tomado y adaptado de: Torres, Y. (2015, 2019). Manual de Orientación Bíblica para Recién Iniciados en el Evangelio de Jesucristo. Págs. 19-20. Moca, PR.

Cómo nos salvó

Decimos que Jesús murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados. Pero, ¿cómo explica esto la manera en que nos salvó?

Lo podemos resumir y simplificar así: Dios trino eterno creó la tierra y los seres humanos en ella. Los hombres pecaron por causa de la seducción de Satanás y perdieron la comunión con Él. Los hombres siguieron pecando, aunque desde Set un grupo comenzó a temer a Dios. Pero, el pecado seguía reinando en el mundo.

En el cumplimiento del tiempo (cf. Gál. 4:4) apareció Cristo para redimir al hombre y salvarlo de la maldición del pecado; ¿cómo? Pues, aunque es Dios eterno, descendió a la tierra en forma de hombre, naciendo de una virgen. Viniendo de Dios (porque era Dios), no conocía el pecado y estaba libre de la maldición (que decía: el día que peques, mueres) (cf. Gén. 2:17). Siendo hombre, se hacía pariente del hombre, según la descendencia de la mujer (del linaje de Adán, de Abraham, de David), y esto lo cualificaba para morir en lugar del hombre: un hombre puede morir por—o en lugar de—otro hombre.

Además, en el tiempo de la ley el sumo sacerdote era quien intercedía ante Dios por los pecados de los demás; pues, Jesucristo se hizo nuestro Sumo Sacerdote, intercediendo por nosotros ante el Padre por el perdón de nuestros pecados.

También, en el tiempo de la ley se sacrificaba un cordero, cuya sangre inmediatamente se derramaba sobre el propiciatorio como parte del ritual expiatorio; el propiciatorio era la tapa del arca, una caja muy especial desde donde Dios se manifestaba y que llegó a representar la presencia de Dios. Cristo tomó el lugar de este “cordero inmolado” al ofrecerse a sí mismo como sacrificio por el pecado, al morir en la cruz sobre un monte llamado Gólgota o Calvario.

Pero la salvación es vida eterna; ¿cómo con su muerte nos dio vida? Pues, así como murió en nuestro lugar, también resucitó, dándonos vida juntamente con Él (cf. Rom. 6:4), y dándonos también un lugar especial a la derecha de Dios a donde ascendió para completar su obra de redención (cf. Heb. 1:13, 12:2, Col. 3:1, Ef. 2:6). No solamente nos limpió del pecado por el lavacro en su sangre preciosa, sino que nos dio el derecho de ser llamados hijos de Dios cuando aceptamos y recibimos todo lo que hizo por nosotros.

Por esto (y mucho más) decimos que estamos “juntamente crucificados con Cristo”, y “que como Él resucitó, también nosotros resucitaremos”. Veamos cómo lo resume el apóstol y maestro de los gentiles (recomendamos la lectura en su contexto):

“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Romanos 6:4)

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

“aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. (Efesios 2:5-6)

En todo esto, vemos que somos salvos solamente por medio de la fe (no por obras o acciones nuestras); y que Cristo nos salvó por “gracia”, no porque mereciéramos ser salvos. Finalmente: somos salvos por medio de su encarnación, muerte y resurrección.

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Gracias por acompañarme en estas lecturas. Hasta la próxima.

About Enid

Escribo sobre dos mesas de trabajo: historias de mi sobrino con autismo, y reflexiones sobre lo que es ser cristiano. No soy experta, pero comparto lo que a NIH le hace feliz, y lo que a mí me apasiona sobre mi Señor.
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