Categoría: Reflexión Cristiana

Si la mariposa se rindiera dentro de su crisálida, diciéndose a sí misma que es muy difícil continuar; si se convenciera de que es imposible salir de ahí, entonces, nunca abriría sus alas, nunca zuracaría el cielo; nunca disfrutaría del dulce néctar de las flores que le esperan por conquistar.
Si el bebé se rindiera cuando intenta caminar…
Si el estudiante se rindiera porque fracasó una vez…
Si el inventor se rindiera porque no funcionó su trabajo a la primera…
¡De cuántas cosas disfrutamos porque nuestros predecesores no se rindieron! ¡Y de cuántas cosas disfrutarás si no te rindes tú hoy!
Si no te rindes, podrás salir del atolladero, porque crees que Dios te rescata y endereza tus pasos (cf. Salmo 40:2).
Si no te rindes, podrás vencer ante la tentación, porque crees que Dios es poderoso para socorrer a los que son tentados (cf. Hebreos 2:18).
Si no te rindes, puedes ser libre de la opresión, porque crees que si en medio de la circunstancia honras a Dios con la alabanza, Dios honrará tu fe salvando tu alma (Salmo 42:9-11).
Pero si te rindes, no podrás expandir tus alas como las águilas para ver las cosas “desde arriba”, con otro punto de vista (cf. Isaías 40:31).
Si te rindes, no disfrutarás de la fuerza sobrehumana que da Dios a los que le creen, comparables a las de un búfalo, quien sin temor se enfrenta a su opositor y es vencedor (cf. Isaías 40:31, Romanos 8:37).
Si no te rindes, tienes esperanza. Pero aun si no alcanzaras tus deseos a plenitud, vivirás como un guerrero o morirás como un victorioso por la fe. Pero si te rindes, vivirás defraudado por ti mismo, o morirás sin fuerza en tu espíritu.
Por favor, no te rindas. Lucha. Cree. Vive.