Anteriormente les presenté a Jackson, el Boston Terrier de nuestro NIño Hermoso (NIH). Aunque fue amor mutuo desde el primer momento, NIH le tenía mucho temor a sus patas y dientes. Para tocarlo, NIH se ponía un edredón grueso en su falda, mientras yo entretenía al perrito con “treats” para que se mantuviera quieto. Poco a poco, Jackson fue asociando el que NIH lo acariciara con una experiencia positiva, y NIH fue aprendiendo que “este perrito lindo no hace nada” (como decimos).
El 31 de julio, Jackson cumplió 9 meses. Más o menos este tiempo le ha tomado a NIH tener la confianza de acercarse y tocar más al Boston. Ahora no pierde oportunidad para sentarse al lado de él y acariciarlo con las manos, la cabeza, los pies, la barriga… Y decirle cosas bonitas, como: “qué lindo mi perrito”.

También está aprendiendo a darle instrucciones. Como enfaticé en una entrada anterior, los adultos son los encargados de entrenar el perro de su niño o niña. Pero parte del entrenamiento es que el perro aprenda a obedecer los comandos de los chicos.
Esta parte ha sido sumamente interesante para mí, pues por su condición (TEA), NIH tiene dificultades para hacer contacto visual y para seguir él mismo instrucciones. Para que Jackson le obedezca, NIH primeramente tiene que lograr llamarle la atención, esperar tener contacto visual e inmediatamente darle el comando verbal con el gesto correspondiente. NIH además necesita aprender a modular su voz para hablarle con cierto tono de autoridad, pues por naturaleza NIH habla muy suavemente.
Así que, cada vez que NIH y Jackson comparten y juegan, es una terapia sensorial y del habla intensiva para NIH, y un juego interesante para Jackson.
Todavía le tiene miedo a sus patas y a sus dientes, y tampoco lo coge al hombro. Pero a falta de cogerlo al hombro, NIH se le pega y recuesta lo más que puede. El perrito lindo se porta tan y tan bien… Son tal para cual esos dos. Y nosotros estamos también muy felices y agradecidos de Dios por nuestros dos chicos.
Hasta la próxima.

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