Categoría: Reflexión Cristiana
Parte 2:
Las iglesias cristianas no son sustitutos de algún sistema de apoyo psicológico o social. Aunque las iglesias sí pudieran ayudar en ciertos aspectos sociales, no es esa su esencia, ni su visión, ni su llamado. Las iglesias son congregaciones de personas que se consideran a sí mismas parte o miembros de la Iglesia de Cristo.
La Iglesia es la creación misma del Señor, formada por humanos redimidos por Él. La esencia que les une como un solo cuerpo es el amor: el amor a Dios sobre todas las demás cosas, personas y bienes, el amor al prójimo y al enemigo, el amor que paga bien por mal, el amor que perdona indefinidamente.
Se dice de ella que su Cabeza es Cristo, porque se supone que Él le dirija en su diario vivir, en todas sus decisiones. Por lo tanto, teniendo una sola cabeza, todos sentimos lo mismo. Nos dolemos si uno de nuestros miembros se duele, y nos gozamos con la alegría de los demás.
Por esto (entre otras cosas) no todo el que se diga “cristiano” pertenece a la Iglesia, porque existen muchos caminando sus propios caminos, haciendo sus propios cultos, y disfrutando de la libertad religiosa que el Estado provee. Aunque, siguiendo esta línea, entonces sí pueden llamarse como deseen.
El culto de la Iglesia no es un programa, no son las partes, tampoco la música. El culto colectivo se compone de dos o tres, reunidos con una sola finalidad: adorar a Dios. El culto individual en esencia es lo mismo, pero servido como el perfume de la mujer que fue pecadora (cf. Lucas 7:37-50), la cual vació el frasco sobre los pies de Cristo y cuyo acto de amor alcanzó a tocar el corazón de Dios. Se sirvió a sí misma en sus acciones. Sin altivez. Sin sentido de superioridad. Desbordando en agradecimiento y amor; mucho, mucho amor.
La apariencia de la Iglesia es la santidad, la que Dios crea en el ser interior y se refleja en el exterior. Innegable como el resplandor del sol. Aborrecida por los que no la comparten. Está llena de integridad: no miente, aun en perjuicio propio, solo habla lo necesario para la edificación; no idolatra humanos; y distingue entre lo bueno y lo malo.
Sí, distingue entre lo bueno y lo malo. Cuando oye hablar al de labios lisonjeros, distingue las mentiras detrás de sus palabras. Y aunque un lobo haga buenas obras, no por eso lo protege en el aprisco. No calumnia, no maldice, no insulta. Ama la justicia, pero obra con misericordia. Deja la venganza a Dios.
Cuando se le confronta por un error, la Iglesia no se justifica. La Iglesia llora. Porque la Iglesia ama a su Dios y no quiere que nada ni nadie le prive de morar con Él. La Iglesia apela a la misericordia divina y a la obra de su Redentor, el Cordero, y restaura pronto su comunión con Él. Y lo alcanza, porque la Iglesia es recíprocamente amada por su Creador.
La Iglesia también es un soldado expuesto a diversas pruebas. En la angustia, cuando faltan las palabras ante el Señor y las fuerzas huyen, la Iglesia no se rinde. Se mantiene firme por convicción, por lo cual hasta su último aliento pelea por su causa. Así que, con su alma eleva una alabanza a su Dios, creyendo que Dios le salvará. Sí, la Iglesia alaba antes de ver su liberación, porque sabe que aunque muera, llegará.
La Iglesia nunca es abandonada ni olvidada por su Amado. Dios siempre le responde. Siempre llega a tiempo. La Iglesia es consolada, fortalecida. La Palabra de Dios es como ungüento para su alma enferma. Dios correrá en su ayuda como un jinete de mensajería urgente, descenderá en su ayuda con la gracia de un ciervo experimentado y veloz sobre las piedras y los riscos. Por eso, aunque la tierra tiemble y se traspasen los montes al mar, la Iglesia no teme; confía.
Aunque no vea el Sol, la Iglesia alaba a su Señor, porque sabe que la noche no durará para siempre. Aunque haya sequía, aunque no haya animales en la granja, aunque se acabe la reserva en el banco… con todo, alaba a Jehová y confía en Él.
Y si muere, muere creyendo, como un soldado, como un hijo perfecto, como una novia enamorada, como una esposa fiel. Porque vivos o muertos, le pertenecemos a Cristo. Porque somos su Iglesia.
Gracias, amigos, por visitarme; como siempre: bienvenidos.
Versos bíblicos de inspiración (RVR 1960):
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.”
2 Timoteo 2:3
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar;
Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.”
Salmos 46:1-3
“Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.”
Salmos 30:5
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, […] y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.”
Habacuc 3:17-18
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