
A veces nos complicamos la vida buscando qué hacer. Nos olvidamos de los juguetes más económicos y de los juegos más sencillos. Por ejemplo, la plastilina (plasticina, como decimos aquí) o masa moldeable.
A NIH le gusta, siempre y cuando no esté pegajosa.
Cuando no la podemos comprar, la hacemos con maicena y liquido de fregar (jabón de cocina). No queda idéntica, pero resuelve.
En Internet se pueden encontrar cientos de ideas para moldear. Pero cuando no puedo complacer a NIH con ninguna (y esto es común con estos chicos exigentes), resolvemos con una de estas dos opciones:
1) dejo que haga una serpiente o un dinosaurio (sin patas); así, de todas formas trabaja su motor fino y estimula su creatividad.
2) le pido que moldee algo conocido: una mascota, un personaje, un insecto, etcétera. Claro, a su manera, pues no quiero estorbar su espíritu artístico. Sólo le asisto si me necesita.
Creo que lo más difícil para mí, no para él, ha sido esto último: dejarlo ser creativo, no “corregirlo”. Porque, yo estudié con maestros que siempre nos decían qué hacer y cómo hacerlo. Era más importante poder seguir instrucciones que desarrollar otras destrezas.
Pero he tenido que dejarlo escoger sus colores, resaltar lo que a él le parezca, y así sucesivamente. Haciéndolo, he aprendido a ver con sus ojos, y a apreciar cosas que antes yo pasaba por alto.
Creo que los dos hemos crecido.