
Sé que nuestro NIño Hermoso (NIH) no es el único jovencito con TEA (autismo) que aborrece el que le corten el cabello.
Los he visto de diferentes edades, igual niñas que niños, con el pelo largo y sin mucho estilo. Para ellos, tocarles el pelo es el límite.
Pues, la mamá y el papá de NIH se toman este asunto muy en serio. Se preparan como si la casa fuera una barbería: peines, máquina, tijera, agua, polvo, capa, tableta para distraerlo, y mucha, mucha paciencia.
Mi vecinito con TEA (quien ya tiene casi 20 años de edad), se deja recortar de una de mis tías. Él no tolera la vibración y el ruido de la máquina, así que se le hace todo a tijera. Allí, en la bañera con la ducha corriendo, lo recorta a toda prisa; ella es estilista de profesión, así que lo hace rápido y muy bien. Cuando los gritos llegan a otro país, sabemos que no es mi tía la que lo recorta. Me parte el alma escucharlo llorar.
Hay otros papás o mamás que no tienen opciones, sólo la barbería. Allá hacen lo que se pueda. Y ojalá sea así de verdad. Porque, para mí, no tiene sentido la perfección de un recorte al precio de gritos, lamentos y lágrimas. Esta desagradable experiencia debe durar lo menos posible.
Y con esto del COVID-19, quizás sea mejor que aprendamos a recortarlos en casa. Las mamás tienen muchos sombreros; Mamá Estilista también suena bien.