Categoría: Reflexión Cristiana
Lectura recomendada para comprender el contexto: Jueces 2, énfasis en los versos 17-19, y Jueces 6.
La historia
Murió Moisés, murió Aarón; murieron Josué y los sacerdotes que le conocieron. Murieron todos los que habían hecho los milagros portentosos y los que podían contar de primera mano que estuvieron allí para verlos.
Habían muerto también aquellos cuyos vestidos y calzado no envejecieron en 40 años, y quienes habían comido pan que bajaba del cielo.
Ahora, vivían los que tenían que trabajar para cultivar sus tierras, y pelear para defender y mantener sus ciudades. Los que solo habían escuchado la historia de un Dios que los sacó de Egipto y les dio una ley compleja y meticulosa. Los que vivían a diario la tentación de imitar el estilo de vida de los vecinos, y los que deseaban los hombres y mujeres que su Dios prohibía tener.
Contemporáneos, vivían los jueces, una minoría que Dios levantaba de tiempo en tiempo como caudillos libertadores. Sí, cuando eran esclavos oprimidos, volvían a invocar al Dios de sus padres y de estos jueces. Pero cuando morían los jueces, parecía que ya “no les hacía falta” este Dios.
Es fácil de entender
Es que es difícil servir a un Dios impersonal quien sólo es protagonista de historias. Imposible serle fiel a un Dios lejano y aparentemente indiferente, que se opone a todo lo que no esté de acuerdo a su ley.
Es suficiente tener solamente una teoría sobre Dios para, por ejemplo, poder hablar de Él entre las amistades, tener cuentos que contarle a los niños, enseñar valores básicos de amor patrio, buena convivencia y demás.
Pausa.
Verdades a medias
Hasta aquí puedo llegar hablando de Dios como si fuera otro, diferente al que conocí. Pues, las medias verdades son mentiras y no le hacen justicia a nadie, mucho menos cuando hablamos de Dios.
Es cierto, habían muerto Moisés, Josué y todos los demás que habían visto los mayores milagros hasta el comienzo de la conquista de Canaán. Pero quedaba Dios mismo, vivo, y su voluntad y promesas expresadas en la Ley. Quienes le temieran y buscaran, lo iban a encontrar a Él.
Pero, en el camino, quizás fallaron los padres en enseñar a sus hijos y nietos sobre cómo honrar a Dios; o quizás fallaron los hijos o nietos en obedecer a sus padres; o quizás ambos. El asunto es, que alguien falló — y no fue Dios, porque Dios es fiel.
En algún momento Dios pasó de ser el Dios de todo Israel, a ser el Dios de sus padres nada más; al menos, en la práctica era así. Tenían un conocimiento de un Dios que les daba victoria si lo honraban, pero que les castigaba si no le rendían culto. Era cierto que la recompensa por la obediencia sería que tendrían victorias, buenas cosechas y salud, y era cierto que recibirían maldiciones si le desobedecían. Pero, especialmete en ese tiempo, ellos mejor que nadie podían entender que los dioses celaban a sus seguidores, y su Dios verdadero también los celaba a ellos.
Ellos sabían (mejor que la gente de hoy), que los espíritus malignos existen, que tienen poder, que contestan peticiones y ofrecen ayuda aunque condicionada. Que les era prohibido por Dios el imitar a las demás naciones, porque esas otras naciones servían a esos dioses. Entendían que dejar al Dios de los Ejércitos, entonces los demonios como Baal, Moloc, Asera, entre otros, se vengarían de ellos ejecutando las maldiciones que Dios había predicho.
O sea, Dios les prometió victoria si obedecían su Ley, pero que esos demonios se encargarían de oprimirlos si le desobedecían. Así que ellos debían escoger: servían a Dios o servían a los dioses ajenos; con esto el mismo Josué los confrontó antes de morir (cf. Josué 24:15).
Dios, por experiencia ajena
Mas acontecía que al morir el juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres, siguiendo a dioses ajenos para servirles, e inclinándose delante de ellos; y no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino.
Jueces 2:19 (RVR 1960)
Cuando murieron Moisés, Aarón, Josué, los primeros sacerdotes y demás, el pueblo en general se apartó de Dios. Y cuando Dios levantaba un juez, al morir él o ella, el pueblo volvía y se apartaba.
Parece que servían a Dios por la experiencia y vivencia de otros. “Que el líder busque de Dios, y nosotros le seguimos.” Pero el pueblo, en su mayoría, se conformaba con seguir lo que dijera el que estuviera al frente; pues, lo mismo pasaba cuando tuvieron reyes.
De hecho, eso fue lo que dijeron a Moisés que harían cuando él subió al Monte para hablar con Dios: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éxódo 20:19).
Hoy día, parece que sigue siendo así. La gente, por masas, sigue a cualquiera que tenga voz y hable en lenguas; siguen a cualquiera que tenga “poder”, a cualquiera que haya tenido alguna “experiencia espiritual”.
El desconocimiento de Dios y su naturaleza divina y santa, les impide discernir entre un profeta de Dios, uno del diablo, y uno disfrazado como si fuera de Dios.
Siguen a cualquiera que tenga un canal de televisión, o de YouTube. Al que predique a un Dios en esencia Republicano o Demócrata. Al que invoque espíritus de África o de Sur América. Al que anuncie a un Dios de prosperidad — aunque sea a costillas del pobre.
Olvidan que en nombre de Dios, no hace tanto tiempo atrás, quemaron mujeres (brujas), se vendieron indulgencias, y se cometieron otras atrocidades. Y la gente seguía a sus líderes con la misma vehemencia con la que muchos siguen a Trump y a tantos otros más.
Me entristece y a la vez me indigna sobremanera que tantos líderes se burlen de la ignorancia del pueblo, un pueblo que les sigue como Israel al rey Acab y como las masas a Coré.
Dios, por experiencia propia
En el tiempo de los jueces, no todos los que Dios llamaba como caudillos eran cien por ciento fieles. Pero cuando escuchaban la verdadera voz de Dios, cuando se daban cuenta de quién se les revelaba, dejaban sus dioses y obedecían a Jehová.
Así hizo, por ejemplo, Gedeón, quien le dijo al Ángel: ¿Cómo dices que Jehová está con nosotros, si nos viene tanto mal? (cf. Jueces 6:13)
Este Gedeón pensaba que el Dios de la historia, el que los sacó de Egipto, los había desamparado. Pero cuando reconocío que Dios mismo le estaba llamando, lo adoró. Y antes de ejercer como libertador, se tuvo que hacer aborrecible ante los seguidores de Baal.
¿Por qué les venía tanto mal? Porque estaban viviendo en idolatría. Pero el conocimiento teórico del Dios de sus padres no le era suficiente para comprenderlo. No fue hasta que Dios mismo se le reveló, que lo comprendió. Entonces ejerció como caudillo de Israel y libró a su pueblo de la opresión de los madianitas.
Dios que desea la experiencia personal
Nadie puede servir a un Dios del que no haya escuchado o leído. Sí creo que las historias sobre Dios son buenas. Pero no son sufientes para perseverar ni resistir.
El Dios histórico es también el Dios del presente. Es cierto que liberta, es cierto que castiga. Pero es cierto que ama y que es Dios de misericordia.
Es el Dios más famoso, pero el menos conocido — al menos de forma personal. Es el Dios menos comprendido. Si así no fuera, si fuera cierto que todos los que dicen ser cristianos lo conocen de verdad, este mundo sería un Edén.
Este Dios del que yo también he escuchado, supe que desea que lo busquen. Supe de Él que quiere dejarse encontrar.
Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Isaías 55:6-7 (RVR 1960)
Este Dios quiere ser la herencia de sus hijos, el Consolador de las almas, el Amado de los desamparados, el Padre de los huérfanos, el Salvador de todos.
¡Este Dios histórico es también el Dios del presente! Es diferente al dios de este siglo, el engañador de las almas. No se comporta como Satanás ni engaña como él. Dios no ata, sino que liberta. Y por su palabra tenemos autoridad sobre todos los demás dioses y espíritus inmundos.
No vive en esta tierra, aunque se sienta en los corazones. No es político ni politiquero; no abusa del pobre, no engaña a los ignorantes, ni compra simpatías con actos sobrenaturales que exaltan a los hombres más que a Cristo.
Envía juicios sobre la tierra, sí. Pero no los ejecuta Él ni se goza en ello. Los permite porque es Justo. Mas, sabe librar a los suyos, aunque eso signifique adelantarles pasaje al cielo.
Si no es real, ¿quién ha sido Éste?
Y si no es real, entonces, ¿quién le dio paz a mi corazón y quién me enamora todos los días? ¿Quién me levanta en las mañanas con una sonrisa? ¿Quién puso en mi alma esta hambre insaciable por su presencia? ¿A quién extraño con vehemencia cuando me entretengo en la vida, y a quién llama a gritos mi espíritu cuando tengo necesidad — y siempre me responde?
¿Quién es ese ante cuya presencia caigo de rodillas? ¿A quién llamo Señor y me hace sentir suya? ¿A quién amo tanto y siento que me reciproca?
No he visto el mar abrirse, ni pan caer del cielo; pero he visto mis necesidades ser suplidas milagrosamente, y a mis enemigos queriendo estar en paz conmigo.
A mi Dios le pido que me deje conocerlo personalmente. Porque no quiero ser de los que siguen a hombres ni mujeres. Quiero tener mi propia experiencia con el Dios de la Biblia. El que sacó a Israel de Egipto. El que es Uno con el Padre. El que nació de una virgen y murió en una cruz, pero que también resucitó al tercer día, ganando un Nombre sobre todo nombre, el título de Señor de la Creación.
Quiero aprender muchas historias de mi Dios. Pero aun más quiero ser parte de nuevas historias, cuyo protagonista sea Él. Quiero conocerlo y que Él me conozca a mí. Que se alegre de ser mi Dios, así como yo me alegro de ser su hija.
De esta forma, cuando vengan los días difíciles, yo tenga de qué sostenerme; que pueda anclar mi fe en algo más sólido que historias hermosas: una experiencia personal.
Así sea.