
Los creyentes tenemos promesas para este tiempo y también para cuando partamos del cuerpo. Estas promesas nos ayudan, fortalecen y sostienen en los tiempos difíciles, como los que estamos viviendo hoy.
Se les conoce como “los héroes de la fe” a aquellos que se mencionan en el capítulo 11 de Hebreos, porque realizaron actos maravillosos: Enoc, Noé, Abraham… Pero en este capítulo también se mencionan aquellos que, aunque demostraron su fe, fueron maltratados, perseguidos, muertos. Y de todos, dice el verso 39, que ninguno alcanzó lo prometido, para que nosotros, como ellos, seamos igualmente perfeccionados (cf. verso 40).
En otras palabras, mientras vivamos en esta tierra, por la fe vamos a poder permanecer firmes en Cristo. Vamos a lograr soportar pruebas que jamás hubiéramos imaginado. Y aunque pasemos por momentos críticos, indecibles, mediante la fe alcanzaremos la victoria. Y cuando muramos o Dios nos venga a buscar, entonces recibiremos las mayores y mejores promesas: el descanso eterno, la corona de la vida, el vivir eternamente con el Señor.
Para concluir, quiero recordar las palabras del profeta Habacuc. Él, como muchos de nosotros, adolorido por las circunstancias, triste por las consecuencias del pecado, afligido, le hacía preguntas a Dios deseando ardientemente respuestas del Altísimo. Y consolado por la promesa de restauración, concluye su libro así:
“Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar.”
Habacuc 3:17-19
(RVR 1960)
Que nuestras almas también encuentren consuelo y fortaleza en las promesas del Señor, especialmente en aquellas que tendrán cumplimiento en la eternidad. Dios les bendiga.