No somos iguales

La conducta socialmente aceptable entre los humanos varía entre roles y circunstancias; pero delante de Dios, es diferente. No somos iguales.

CONTENIDO (Enlaces para Desktop solamente)

Conducta socialmente aceptable.

La posición de Dios, versus la nuestra.

El valor de cada uno.

Posición Suprema.

Conducta aceptable.

Conducta aceptable recompensada.

Conducta socialmente aceptable

¿Conoce a “ese amigo”, el imprudente, que se dirige a usted sin discriminar si está en la plaza o frente a sus subordinados? ¿El que dice ser su amigo, pero que no lo respeta como jefe?

Pues, la verdad es que, aunque todos los seres humanos tenemos el mismo valor como personas, como criaturas, la sociedad exige unas normas para poder funcionar mejor. Por ejemplo, el subordinado sigue las instrucciones del jefe, el hijo obedece al padre, la suegra debe respetar a su yerno, el laico se sujeta al pastor, y el pastor debe cuidar y amar su rebaño.

El maestro enseña y el estudiante escucha, y participa en conformidad a la libre cátedra de su instructor. En la casa, los amigos juegan y bromean en confianza, pero en el aula son maestro y discípulo, lo que requiere una interacción distinta. No porque cambie su valor, sino, porque cambian los roles y las circunstancias.

Por lo general, no hay oposición a estas premisas. Hay común acuerdo en que para asumir una conducta social aceptable se requiere cierto nivel de entendimiento, de destreza, de capacidad, de sabiduría, de discreción, de prudencia.

Sin embargo…

La posición de Dios, versus la nuestra

Escuchamos: ¿qué clase de Dios es ese, que llama amigos solamente a los que le obedecen?

Esforzándome por no reaccionar emocionalmente, trataré de hacerlo objetivamente. Pero no me referiré a Él como “ese Dios”. Sino, simplemente Dios, mi Dios. Y partiré de la premisa de que quien tal dice ya cree que existe Dios, aunque resienta sus acciones.

El valor de cada uno

Como seres humanos, todos tenemos el mismo valor. Lo que cambian son los roles y circunstancias. No obstante, según cambian los roles, se nos exige por norma social aceptable que modifiquemos la conducta en determinados momentos.

En el caso de Dios, su valor es incalculablemente superior al nuestro, pues Él tiene la posición de Creador y nosotros la de sus criaturas. Y así como nos hizo, tiene el poder de destruir o desechar. Y a esta cualidad de Dios le añadimos su amor, porque nos creó por amor, y por amor nos deja vivos.

Posición Suprema

Además, en el caso de Dios, jamás cambia su rol ni su circunstancia. O sea, siempre es Dios, siempre es Creador. Siempre es Señor, el Ser Supremo. Aun cuando se hizo Hombre, y dio ejemplo de servicio a los demás, siempre aceptó adoración y sometimiento.

Es más, fue como Hombre que dijo: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14). Porque nunca dejó de ser Dios, Creador (cf. Col. 1:15-17), el Ser Supremo.

Conducta aceptable

Entre los humanos, nuestra conducta se adapta o modifica, dependiendo de la posición de las personas y las circunstancias. Por ejemplo, por más confianza que se le tenga a la Reina, no se corre a abrazarla y se le tutea. Aun a su nietecito le enseñan que esta conducta en público no es aceptable.

Pues Dios siempre es Dios. Nunca estaremos en una posición diferente a la de ser sus criaturas cuando nos presentemos delante de Él. Aun cuando seamos sus hijos y en la intimidad con Él abracemos sus pies, el siervo será menor que su Señor (cf. Juan 15:20).

Conducta aceptable recompensada

Ahora, cuando nuestros verdaderos amigos se acercan con prudencia, siempre son bienvenidos.

Por ejemplo, si un amigo visita a su otro amigo médico, este primero le llama y toca la puerta; cuando el doctor termina con su paciente, le atiende con cordialidad y confianza. Pero el amigo que llega no impone su presencia, no interrumpe su trabajo, no falta el respeto a los demás pacientes. Y su prudencia es recompensada; como sabe acercarse, siempre es bienvenido, y hasta se le conceden turnos de privilegio.

Así también, cuando internalizamos nuestra posición ante el Creador, ante el Señor, y “tocamos la puerta” con humildad, con respeto, con prudencia, y lo hacemos de la forma que Él como Rey Soberano exige (por medio del único Mediador y justificados por su sacrificio), SIEMPRE tendremos audiencia delante de Su Majestad.

Y aún más, podremos hasta llamarnos sus amigos si aprendemos a cumplir con todas sus exigencias. ¿Y se podrán contar alguna vez todos los beneficios de ser llamados hijos amados de Dios y amigos del Señor? No es posible.

La conducta divinamente aceptable para aquellos que invocan a Dios es que hagamos lo que Él dice, si queremos ser sus amigos.

Gracias por su visita. Hasta la próxima.

About Enid

Escribo sobre dos mesas de trabajo: historias de mi sobrino con autismo, y reflexiones sobre lo que es ser cristiano. No soy experta, pero comparto lo que a NIH le hace feliz, y lo que a mí me apasiona sobre mi Señor.
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