Categoría: Reflexiones Cristianas
Basado en la historia sobre el encuentro de Balaam y el ángel de Jehová, registrada en Números 22:21-35″: El profeta Balaam decide ir al encuentro del rey, seducido por la paga; pero en el camino, el asna que cabalgaba le libró de la espada del ángel dándole así Dios una gran lección al profeta.
A nadie le gusta que lo corrijan. Especialmente cuando se cree estar bien. Requiere tener madurez, inteligencia, y una gran dosis de humildad, para aceptar la corrección.
En cuanto a los asuntos de Dios, es imperativo que podamos ser corregidos por Él, de la manera que Él escoja hacerlo. ¿Por qué? Porque Dios exige perfección y santidad de sus hijos para llevarlos a su cielo. Así que, mientras estamos de pasada, debemos ser perfeccionados, purificados y corregidos.
Aunque nosotros escogemos nuestras decisiones, no tenemos control sobre las consecuencias; tampoco podemos decirle a Dios la forma en que las permita. Así que, si el Señor quiere enseñarnos una lección, lo puede hacer como Él desee. Y nosotros debemos confiar en Su elección, propósito y perfección. Aun cuando eso significa recibir la corrección por medio de una piedra, un golpe, o un burro (cf. Núm. 22).
Claro, a veces nos corrige con tan solo una palabra, una palmadita o una mirada (cf. como a Pedro, en Lucas 22:61-62). Así debería poder ser siempre. Pero, honestamente, ¿cuán libres de terquedad, orgullo y autojustificación estamos? Por lo tanto, si no le atendemos a la primera, más bien, si insistimos en lo incorrecto, ¿no es paternalmente lógico que merezcamos una corrección más fuerte?
En conclusión, seamos humildes y aceptemos la corrección, venga del modo que venga. Nuestro Padre celestial sabe qué es lo mejor para nosotros. Y contrario a nuestros padres humanos, Él sí es Perfecto en justicia y obras.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” Hebreos 12:11 (RVR 1960)
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