Hoy leía la historia sobre David y Betsabé, en 2 Samuel 11 al 12. Y en lugar de anotar en mi diario las lecciones que repasé, las escogí compartir con ustedes aquí.

Referencia bíblica: 2 Samuel 11 al 12

En el tiempo en que salían los reyes para la guerra, David se había quedado en Jerusalén. (cf. 11:1-2)

• A veces escogemos descansar en lugar de seguir peleando. Y aunque es razonable descansar, los hijos de Dios nunca nos quitamos la vestimenta de guerreros y centinelas, excepto para bañarnos (cf. Nehemías 4:22-23).
• Descansamos en la presencia de Dios en oración. Descansamos cuando nos lavamos en Cristo. Descansamos, sí, pero no nos descuidamos. Descansamos, pero no como vía de escape de nuestras responsabilidades. Por eso, descansamos en Cristo, no en la carne.
• David no estaba en un lugar prohibido, pero estaba allí cuando no debía estarlo. No estaba donde debía, cuando debía. Y eso trajo consecuencias.
• Y estando donde no debía estar, cuando no debía, se entretuvo. Y esto me acuerda dos versos bíblicos:

Gálatas 5:16: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.”

Gálatas 6:8: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.”

Hay tiempo para descansar y distraerse. Pero el tiempo de guerra es para luchar. Dedicarse a los asuntos que alimentan la naturaleza humana cuando debemos estar velando por nuestra vida espiritual y cumpliendo con nuestro llamado y ministerio, trae sus consecuencias.

Aunque el tiempo pase, Dios no se olvida.

Desde que David pecó, hasta el momento en que el profeta Natán amonesta a David (cap. 12), pasó un tiempo. Y desde la amonestación de Natán, hasta el cumplimiento de su profecía (cf. 2 Samuel 16:22), pasó otro tiempo más.

Durante este tiempo pasaron varias cosas.

• ¿Cuál era el razonamiento de David cuando tomó la mujer de su prójimo, trató de encubrirlo y envió a morir al marido? ¿Pensó que la posición de rey lo eximiría de las consecuencias? ¡Cuánta soberbia en su corazón, cuánto engaño! Y mientras, pecaba, también hacía “las buenas obras de Jehová”.

También esto me acuerda a uno de mis tíos ya fallecidos. Él decía que como David pecó, él también podía pecar y Dios lo perdonaría. Sin sufrir consecuencias. Y sin arrepentirse. Qué triste que todavía hoy el pecado de un hombre arrastre hacia el pecado a otros hombres más, ignorantes de cómo funciona la gracia divina.

• Las acciones de David tuvieron como consecuencia a corto plazo que el hijo de pecado muriera. Y a largo plazo, que le hicieran a él como él hizo, pero a la luz del día. Además, que la espada o la guerra no se apartaría de su casa.

Dios no ignora el pecado, no importa quién lo cometa. El capítulo 11 culmina diciendo: “Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (v. 27b).

Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, Dios no pasó por alto la desobediencia de Moisés, y Dios no ignoró el pecado de David. Todos amados de Dios, pero Dios nunca pasará por alto la maldad.

¿Cómo y cuándo debe Dios obrar? No nos toca a nosotros decidirlo. Dios es el Juez, es quien conoce los corazones, en Él no hay injusticia, y Él es Soberano. Nuestra corta y humana visión, llena de prejuicios, emociones manipuladas y con tanta ignorancia, jamás podrá superar ni compararse a la justicia divina.

Pero siempre podremos confiar en que Dios hará justicia.

Vivir con paz a pesar de las consecuencias.

Cuando Natán reprende a David de parte de Jehová, David dijo: “Pequé contra Jehová.” (cf. 12:13a)

A lo que Natán le responde: “También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.” (cf. 12:13b)

• Aunque Dios es Justo, que nunca da por bueno la maldad, también es misericordioso. Dios miró a David, y quizás consideró las misericordias que David le hizo a Saúl y todos sus enemigos. Quizás vio en su corazón cómo lo había engañado el enemigo de las almas, y cómo se arrepentiría una vez cayera en cuenta de lo que hizo. No sé con seguridad qué vio Dios. Pero Dios amó a David, y junto con el castigo le dio la redención. Dios tuvo misericordia.

¡Qué grande ventaja tenemos los redimidos por Cristo! Que a pesar de los errores y faltas que pudiéramos cometer, por medio del arrepentimiento y la confesión podemos hallar gracia para el oportuno socorro, gracias al sacrificio perfecto de Cristo en la cruz. (cf. Hebreos 4:15-16)

• Aunque David perdió un hijo, y lo lloró en ayuno y acostado en tierra (cf. 12:16-19), Dios le dio otro hijo que consoló su corazón, un hijo especial, amado de Jehová. (cf. 12:24-25) Un hijo que no heredaría las consecuencias de su pecado, sino lo contrario, las bendiciones por su obediencia y arrepentimiento (el sucesor del reino y la promesa del linaje mesiánico). Un hijo a quien Dios le prometió tratarlo como un padre a su propio hijo, a quien lo corregiría si pecaba, pero que no desecharía (cf. 2 Samuel 7:14-15).

• Sí, David pecó. Pero su Redentor estaba vivo. Y sigue vivo hoy. A pesar de las consecuencias de los pecados que hayamos cometido, podemos tener paz y cantar como David Salmos de agradecimiento a nuestro Dios.

No podemos cambiar el pasado, pero podemos ser ejemplos de restauración, de poder, de piedad. Podemos dar testimonio sobre las terribles consecuencias del pecado, pero de la grandeza del amor y la misericordia divina.

Y aunque por el mal testimonio algunos se pierdan, muchos más pueden salvarse al ver en nosotros que hay esperanza de salvación para los que vienen a Cristo en el tiempo en que Él puede ser hallado (cf. Isaías 55:6).

En otra ocasión podemos hablar de esta historia desde la perspectiva de Betsabé. Gracias por su visita y por acompañarme en la reflexión bíblica de hoy. Hasta la próxima.