Con tanto ruido de religiones, de incredulidad y de otros caminos, ¿cómo motivar a la nueva juventud a buscar de Dios de todo su corazón?

La respuesta pudiera hacerse tan sencilla como muy complicada. Pero dicho de manera simplificada, solamente hay dos requisitos: creer por fe y buscarlo. Esto, de manera mutuamente inclusiva.

Primero: creer. Creer que Dios existe no se puede imponer; y por más evidencias que se presenten, tarde o temprano se toparán con que siempre hará falta FE para creer en Dios.

Y si ya creen por fe:

Entonces sigue: buscarlo. Y buscarlo también acompañado de fe. Es decirle a Dios: “Dios, tú existes, voy a buscarte, así que, por favor, déjate encontrar de mí.”

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,
y que es galardonador de los que le buscan.”
(Hebreos 11:6, RVR 1960)

Ahora, para los padres y líderes de juveniles: ¿existe una receta única para evangelizar?

No existe una receta única ni una forma exclusiva de presentar el evangelio. Lo que sí existe es un único camino al cielo: Jesucristo.

Y el convencimiento de Su Divinidad no se puede tallar sobre las mentes y corazones de nadie. El trabajo de convencer es del Espíritu Santo. Esto nos deja con la tarea más importante: orar e interceder por ellos, para que el Espíritu les revele a Cristo. Esa debe ser la prioridad y no tanto el planificar actividades y estrategias “atrayentes”. Si el objetivo es entretener y ocuparlos en cosas positivas, “para que no estén en la calle”, podrá suceder que después de un tiempo sin un encuentro real con Dios, se cansen, se aparten y terminen más incrédulos y rebeldes que cuando llegaron.

Y lo otro que podemos y debemos hacer, es emularles la verdadera vida que Dios exige para acercarse a nosotros y nosotros a Él: la santidad y la piedad. Este es un estilo de vida separado del pecado y la maldad. Un estilo de vida agradable a Dios según Su Palabra, que da como resultado el que Dios nos responda cuando le hablamos, conteste cuando le pedimos bien y nos haga abundar de paz en medio de las crisis, y que nos inunda de amor aun hacia nuestros enemigos. Un estilo de vida que nos asegura la salvación del alma, la eternidad con Dios, ¡que es la mayor recompensa de todas!

La fe no se le impone a nadie. Nuestra propia relación con el Dios verdadero será el testimonio que hará que nuestra fe sea codiciable, tanto para el niño, como para el joven, los adultos y los ancianos. Y recuerde: no hay atajos para la consagración y la oración. Eso es parte esencial de un verdadero ministro de Dios.

Hasta la próxima. Que Dios les bendiga. Gracias por visitar la página.