Categoría: Trastorno del Espectro Autista (TEA), Autismo

La mayoría de las personas ama las fiestas. Pero habemos un grupo poblacional significativo a quienes no, aunque las razones entre nosotros varíen.
Una de las cosas que menos me agrada de las fiestas es el ruido extremo, ya sea por la música en volumen excesivamente alto o de algunos fuegos artificiales.
Los vecinos hicieron una fiesta con equipo de sonido profesional, agrupaciones, fuegos artificiales… Todo el combo. NIH estaba sumamente nervioso.
Antes de que comenzara la actividad, le señalé los equipos y bocinas, y le hablé de lo que sucedería. “A muchas personas les gusta la música en alto volumen…”, le explicaba. Cuando comenzó la algarabía, me llamó desde su casa, desesperado. Cuando llegué, volvimos a repasar lo que hablamos y otra vez salimos a ver lo que pasaba.
La fiesta terminó a la 1:30 a.m. Al fin y al cabo, NIH se durmió por el cansancio extremo.
Sin embargo, no hay fiesta, vecinos, ni justificación alguna que me convenza de que está bien hacer cosas así en una urbanización o zona residencial. Aunque sea Navidad, despedida de año o la celebración que sea.
Pienso que debe haber mayor consideración por la gente enferma y convaleciendo, por los ancianos que sufren por el ruido, por las mascotas que se asustan tanto (incluyendo las de servicio y de compañía) , y también por aquellos que simplemente no comparten el mismo entusiasmo por la fiesta o que tienen creencias religiosas que no apoyan este tipo de actividad. En una vecindad habemos de todo… Por eso, creo que el que guste de los ruidos y de la música, debe ir donde la fiesta está, y no al revés.
Mis respetos hacia aquellos que sí toman en cuenta los sentimientos y creencias de los demás, aun durante las fiestas y días especiales.