Cómo le sacamos provecho a sus filas de juguetes

Ese es mi NIH a los 4 años, haciendo una fila de juguetes que pasaba hasta por debajo de la cama
NIH comenzó a hacer filas a los tres años de edad, aproximadamente. Días después de algunas lecciones sobre animales marinos y terrestres, me sorprendió ver que estaba sacando de la caja los animales marinos de entre los terrestres. Con mucho cuidado y dificultad (por su problema de motor fino), los acomodaba en el suelo.
Los ubicaba donde le parecía, uno a uno, con mucha calma y concentración. Fruncía el ceño y formaba un piquito con los labios, observando con mucha seriedad su obra maestra. Ese gesto todavía lo hace; le llamamos, de forma jocosa, la mueca de investigador.
Después de su ritual para acomodar cada pieza, cerraba el ciclo con su aleteo de manos y expresión de felicidad. Cuando terminó, se levantó muy orgulloso de lo que había hecho.
Al principio, ¡ay del que le moviera una pieza! Se daba cuenta al instante y se molestaba mucho. Inmediatamente se esforzaba por arreglar la posición de la figurita.
NIH hacía sus primeras filas con figuritas plásticas, pequeñas. Luego, fue integrando más y más cosas. Un día llenó la sala de su casa con cuanto objeto encontró: juguetes grandes y pequeños, fundas, cuadros… Parecía un laberinto gigantesco, muy colorido. Tardó horas en construirlo. Estaba tan feliz.
Cuando empezó este hábito, donde hiciera una fila de animales ahí la dejábamos, donde fuera: encima de una pizarra, sobre el mueble de la cocina, en la sala o en el pasillo.
¿Por qué lo dejábamos hacer esto a su antojo al principio? NIH tenía alrededor de un año de edad cuando comenzamos a notar que era diferente a los demás niños. Después de lo que en la Isla llamamos “la vacuna del año”, dejó de hacerlo todo, casi literalmente. Dejó de hacer contacto visual, de balbucear, casi no lloraba ni cuando tenía hambre; no se interesaba mucho por caminar, por jugar ni explorar. Nada lo estimulaba. Lo único que disfrutaba era “brincar” de puntitas en la falda, y los alborotos de su titi (¡yo!), pero de nadie más; con estas últimas cosas se reía a carcajadas.

Las primeras filas de NIH (4 años) eran curvas.
Cuando demostró deseo de hacer algo por sí mismo, como las filas, lo dejamos. En lugar de pretender cambiarlo, lo que hemos tratado de hacer siempre es ayudarlo a aprender conductas socialmente aceptables, respetando siempre su individualidad, su persona. Por eso, sabiendo que hacer filas es una inclinación común en niños con su condición, en lugar de escandalizarnos por ese rasgo adicional que comenzó a exhibir, lo dejamos ser.
Le dimos tiempo (meses) para que internalizara que tenía libertad de moverse, de tomar ciertas decisiones, de usar los juguetes según su iniciativa, y demás.
Después de este primer paso, comenzamos a limitarle los lugares donde hacía las filas (por ejemplo, sobre un escritorio, o en una esquina donde no interrumpa el paso) y el tiempo en que las exhibiríamos. Depende de dónde haga la fila ahora, la podemos dejar sin mover varios días; pensamos que es justo, ¡porque en realidad pasa mucho trabajo el chico!
También, aprovechamos para enseñarle, poco a poco, lo que es compartir y dejar que otros nos ayuden. ¡Esto sí que ha sido un reto! Pero ha mejorado. Al principio, no dejaba que nadie tocara nada; era un peligro acercarse. Tropezar y tumbar un muñequito era recibir de su parte un gesto equivalente a un disparo donde más duela. Graciosamente peligroso.

NIH (7 años, aprox.) formó una fila sobre el reverso de una pizarra. Ya integraba animales de diferentes tamaños y texturas. También, dejó que lo ayudaran a preparar esta escena.
¿Cómo lo hicimos? Pues, como yo lo cuido, me impuse para ayudarlo yo primero. Muy callada, me quedaba a su lado, observando lo que él observaba (aunque no viera lo que él veía). Tomaba una figurita y se la daba. Me gané muchos: ¡no! Porque esa no era la figura que continuaba la secuencia, según su lógica. Yo entonces lo devolvía al suelo. Esperaba un minuto, y le daba otro juguetito. Le preguntaba: ¿éste? Y poco a poco comenzó a aceptar el que le diera figuritas, y dejó de gritarme si me equivocaba.
Después, intenté insertar animalitos en la fila yo también. Me miraba confundido, como quien dice: “¿qué tú haces?, eso no va ahí”. Pero después de un tiempo, comencé a atinar. Pequeños con pequeños, plásticos de color claro van seguidos, colores oscuros cuando se terminen los primeros… Otras categorías en realidad nunca las sabré. Pienso que a veces hace filas conforme a historias o imágenes mentales que nunca conoceremos.
Ahora, sus filas son “estampidas”, dice. Me siento con él, y las movemos una y otra vez, según vayan avanzando en la “sabana de África”, como él prefiere.
Ya no hay problema a la hora de recoger. Hasta participa en el recogido; claro, si se le pide. Como ya puede hablar y responder, le pregunto: ¿podemos recoger ahora, o prefieres esperar un poco más?
Poco a poco hemos integrado a otros en su actividad favorita de hacer filas. No le gusta para nada. Pero ya no pelea, no grita, no agrede. Como es algo tan personal para él, respetamos su espacio, pero seguimos intentando.
Algo muy importante: hacer las filas es un ejercicio que los relaja. Si va a darles una lección, no ocupe todo su tiempo para ello. Permítales su momento de diversión. Como suelo decir: el mundo para estos niños y niñas es difícil, ruidoso, aburrido, a veces doloroso… Si encuentran algo que les agrada y no les hace daño, que lo disfruten.
Siempre le decimos a NIH que la fila que hizo está bella. Genuinamente lo pensamos. Pero también lo hacemos para que sepa que sí hay algo que él hace muy bien. Muchos de estos niños con TEA se dan cuenta de que hacen las cosas de manera diferente. Por ejemplo, se dan cuenta de que escriben o dibujan diferente al modelo, de que su dicción no es igual a la de otros, de que no tienen la misma habilidad motora que los demás, etcétera. Encontrarse diferente disuadía a NIH de seguir intentando. Así que, le hemos reforzado que aunque notamos que hace las cosas de manera diferente, lo aceptamos, entendemos y apreciamos. Le motivamos a seguir intentando, y le dejamos saber que está mejorando. En cuanto a las filas, decirle con sinceridad que están bellas es nuestra forma de reforzar su autoestima.
Finalmente, no se asuste si su hijo o hija comienza a hacer filas y más filas. Mientras su condición lo permita, use la actividad para enseñarle tolerancia y buenos modales. Háblele suavemente, use pocas palabras, permítale tiempo para reaccionar — y para emocionarse por su trabajo. Visualícelo como un artista, no como alguien que necesita arreglarse.