Categoría: Reflexiones Cristianas
Si es cierto que “nada nos apartará del amor de Dios” (cf. Ro 8:39), ¿por qué tantas personas se apartan del evangelio? De todas las explicaciones que se pudieran ofrecer, quisiera mencionar una que para mí es de mucho peso.
Contrario a una tradición, la cual se sigue por costumbre, el cristianismo puede seguirse por convicción y experiencia propia.
Por ejemplo, si Jesús es el Salvador, la experiencia de la salvación debe ser tan real en el alma que no deje lugar a la duda, y el gozo inefable del que habla Pedro a los expatriados de la dispersión debe manifestarse en el corazón, totalmente independiente de las circunstancias alrededor.
Si Jesús es Sanador como profetizó Isaías, por su llaga podemos recibir salud de alguna enfermedad o dolencia física.
Y más aún, si Dios es mi Consolador, ¿existe alguna situación sobre la cual no pueda hablarle, sobre la cual no pueda llorar en sus hombros, sobre la cual no pueda ser consolada y fortalecida?
Pero si no he tenido la experiencia de la salvación, de la sanidad divina, del consuelo de su Espíritu, y de las demás enseñanzas tradicionales del evangelio, ¿cómo podré resistir ante las adversidades o ante los argumentos de quienes refutan esta verdad?
Yo también “vengo de una familia cristiana”, como es común escuchar decir a los hermanos. Pero no soy cristiana por tradición, porque mi papá lo es, o porque mis abuelos lo eran. Soy cristiana porque vi que el Jesús de mi papá se comportaba como el Dios que mi papá decía que es. Y cuando lo quise probar, se hizo real también para mí.
¡Oh, cuán hermoso es invocar su nombre y “verlo” responder! Poder llamarlo Salvador, Sanador, Consolador, y realmente considerarlo así porque en cada una de estas cosas puedo testificar que ha sido real para mí. También ha sido mi Libertador, mi Ayudador, mi Amigo…
Cierro mis ojos, y Él está. ¡Pero los abro, y sigue conmigo! Por las noches no tengo miedo, y cuando despierto de madrugada mi espíritu lo busca — y lo encuentro. No puedo describir su realidad. Es mi experiencia personal.
Por eso, cuando aprendí del evangelio de Judas, no me confundí. Cuando escucho que ridiculizan las experiencias con supuestos demonios, no mengua mi fe. Cuando veo tanta maldad en el mundo, no le recrimino a mi Señor. Porque en su Palabra encuentro respuestas y he vivido experiencias que me confirman que he creído a la verdad.
Soy cristiana porque tengo la experiencia de haber conocido, no una tradición, ni una fuerza, ni cualquier espíritu; no. He recibido la gracia de poder conocer a la Persona que siendo Dios se hizo carne, murió en una cruz y resucitó tres días después. Y lo sé así, no porque me lo contaron, ni porque lo haya visto con mis ojos carnales o en visión extraordinaria. Sino, porque vi su interacción con los humanos en mi propia existencia, en mi propia vida, y creí.
Todos los días le hablo y me responde de alguna forma, aunque sea con el silbar de un ave, el abrazo de un niño o con la convicción especial en mi propio ser.
Me falta mucho por conocer de Él, pero hasta ahora, no me he encontrado con nadie más real que Cristo. Sé que nada me podrá apartar del amor de Dios, ni tribulaciones, ni pruebas, persecuciones… Nada.
Si Él es real, una experiencia real con Él es posible.
Concluyo con las palabras de mi pastor: “El que conoce a Cristo, jamás lo deja. El que se aparta, nunca lo conoció realmente.”
Dios le bendiga.